El presente conjunto de directrices se ha elaborado para ayudar a las instituciones de seguridad social a ofrecer respaldo y asistencia a sus “afiliados” (empresas y organizaciones del sector público y privado) en el desarrollo de programas integrales de promoción de la salud en el lugar de trabajo.
En este contexto, el término “institución de seguridad social” es inclusivo y abarcador de los fondos del seguro de enfermedad, los fondos del seguro de accidentes, los fondos de pensiones, los proveedores de seguridad y salud en el trabajo, los fondos de desempleo, los fondos para cuidados de larga duración y otras instancias que se consideran activas en el campo de la seguridad social.
La promoción de la salud en el lugar de trabajo aborda los principales factores de riesgo de enfermedades prevenibles y no transmisibles (como la obesidad, el tabaquismo, la diabetes de tipo 2, las enfermedades relacionadas con el consumo de alcohol y el estrés) y facilita la intervención precoz. El lugar de trabajo es un entorno para difundir información y sensibilizar acerca de las enfermedades transmisibles y estados de salud como el SIDA. A mediano o largo plazo, la reducción del riesgo de enfermedad conduce a una disminución de la necesidad de pagar prestaciones de seguridad social y mejora la salud de la población. Los lugares de trabajo deben instituir una cultura de la salud en su sentido más amplio, de modo a valorar las cualidades y capacidades de toda la fuerza de trabajo.
Según datos de la Unión Europea publicados en 2010, el 3,2 por ciento de los trabajadores de la UE27 sufrieron un accidente laboral en un periodo de un año, lo cual equivale a casi 7 millones de trabajadores. Además, el 8,6 por ciento de los trabajadores comunicaron un problema de salud relacionado con el trabajo en los 12 meses anteriores. Esto representa un gasto significativo para las empresas y para las economías nacionales. Los accidentes laborales y las enfermedades relacionadas con el trabajo generan costos enormes. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el costo total de los accidentes del trabajo y las enfermedades profesionales ascienden aproximadamente al 4 por ciento del producto interior bruto mundial.
Además, las investigaciones muestran que un gran porcentaje de decesos se debe esencialmente a comportamientos modificables relacionados con el estilo de vida. El consumo de tabaco, la mala alimentación, el escaso nivel de actividad física y el consumo de alcohol son los principales factores de riesgo de enfermedad no transmisible a escala mundial. En las dos próximas décadas, las enfermedades no transmisibles costarán más de 30 billones USD, alrededor del 48 por ciento del producto interior bruto mundial de 2010, y supondrán graves consecuencias para la productividad.
Esta pérdida significativa tiene repercusiones negativas en el crecimiento económico y constituye una carga para la sociedad. Las economías nacionales y las empresas con mejores normas de seguridad y salud en el trabajo suelen ser más exitosas. La seguridad en el trabajo y la protección de la salud y el bienestar ofrecen a los empleadores beneficios empresariales directos.
Las instituciones de seguridad social desempeñan un importante papel al influenciar y facilitar el regreso al trabajo después de un accidente o enfermedad. Esto beneficia a los aseguradores (que obtienen ahorros), a los individuos (por medio de mejoras de la salud más rápidas y un restablecimiento del bienestar) y a los empleadores (gracias a la disminución de las ausencias).
Las instituciones de seguridad social pueden obtener beneficios tangibles adoptando un papel protagónico en la protección y promoción de la salud en el lugar de trabajo. Estas directrices promueven esas acciones.