El contexto en el que las instituciones tratan de alcanzar sus objetivos puede generar incertidumbre. La gestión de riesgos es una de las mejores maneras de evitar la incertidumbre asociada a cualquier fenómeno existente. Para ello, las instituciones elaboran una estrategia cuantificable en materia de riesgos, que debe aplicarse en todas las unidades, de acuerdo con los principios de buena gobernanza. Esta estrategia consiste en utilizar un marco operativo que sirva de referencia a las unidades de trabajo para gestionar los riesgos.
Un plan estratégico en el que no se contemple un plan de gestión de riesgos puede conducir a un fracaso inevitable, mientras que una gestión de riesgos compartimentada, es decir, en la que no se tenga en cuenta la necesidad de una planificación estratégica, puede llevar a que no se identifiquen eficazmente los riesgos críticos.
Un elemento fundamental para garantizar una gestión de riesgos eficaz y acorde con los objetivos es la formulación del perfil de riesgo, ya que disponer de un perfil de riesgo adecuado permite gestionar eficazmente el desempeño, los planes de trabajo y los presupuestos institucionales. Así pues, es necesario optimizar la gestión de riesgos para que las instituciones puedan alcanzar sus objetivos.